jueves, 1 de noviembre de 2012

CAPÍTULO 1.



Prólogo en la tierra
(1 Re 22) 

1 1 Había una vez en el país de Hus un hombre llamado Job: era justo y honrado, religioso y apartado del mal. 2Tenía siete hijos y tres hijas. 3Tenía siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas burras y una servidumbre numerosa. Era el más rico entre los hombres de oriente.
4Sus hijos solían celebrar banquetes, un día en casa de cada uno, e invitaban a sus tres hermanas a comer con ellos. 5AI terminar esos días de fiesta, Job los hacía venir para purificarlos: madrugaba y ofrecía un holocausto por cada uno, por si habían pecado maldiciendo a Dios en su interior. Esto lo solía hacer Job cada vez. 

Prólogo en el cielo
(1 Re 22) 

6Un día fueron los ángeles y se presentaron al Señor; entre ellos llegó también Satán. 7EI Señor le preguntó:
-¿De dónde vienes?
El respondió:
-De dar vueltas por la tierra.
8EI Señor le dijo:
-¿Te has fijado en mi siervo Job? En la tierra no hay otro como él: es un hombre justo y honrado, religioso y apartado del mal.
9Satán le respondió:
10-¿Y crees tú que su religión es desinteresada? ¡Si tú mismo lo has cercado y protegido, a él,
a su hogar y todo lo suyo! Has bendecido sus trabajos, y sus rebaños se ensanchan por el país.
11 Pero tócalo, daña sus posesiones, y te apuesto a que te maldice en tu cara.
12EI Señor le dijo:
-Haz lo que quieras con sus cosas, pero a él no lo toques.
Y Satán se marchó. 

Las pruebas de Job 

13Un día que sus hijos e hijas comían y bebían en casa del hermano mayor, 14llegó un mensajero a casa de Job y le dijo:
-Estaban los bueyes arando y las burras pastando a su lado, 15cuando cayeron sobre ellos
unos sabeos, apuñalaron a los mozos y se llevaron el ganado. Sólo yo pude escapar para contártelo.
16No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo:
-Ha caído un rayo del cielo que ha quemado y consumido tus ovejas y pastores. Sólo yo pude escapar para contártelo.
17No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo:
-Una banda de caldeos, dividiéndose en tres grupos, se echó sobre los camellos y se los llevó
y apuñaló a los mozos. Sólo yo pude escapar para contártelo.
18No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo:
-Estaban tus hijos y tus hijas comiendo y bebiendo en casa del hermano mayor, 19cuando un huracán cruzó el desierto y embistió por los cuatro costados la casa, que se derrumbó y los
mató. Sólo yo pude escapar para contártelo.
20Entonces Job se levantó, se rasgó el manto, se rapó la cabeza, se echó por tierra 21y dijo:
-Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él.
El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó: ¡bendito sea el nombre del Señor!
22A pesar de todo, Job no pecó ni acusó a Dios de desatino. 

EXPLICACIÓN.

1,1-5 Esta sección se abre presentando al protagonista Job, y se cierra presentando a sus amigos interlocutores. 

Aunque no sabemos con certeza dónde se encuentra Hus, si sabemos que no es territorio israelita. Es decir, el autor ha escogido como héroe de su historia o drama a un extranjero. ¿Por qué? Por respetar la tradición o la leyenda -comentan algunos-. Ezequiel en su capítulo 14 menciona como prototipos de santidad a Noé, Daniel y Job.  A Daniel lo conocemos por la literatura cananea. Quizá la leyenda contaba la vida paciente y heroica de un Job de tiempos patriarcales, antes de que Israel existiera. El autor habría tomado la figura para protagonista de su obra, respetando el perfilo varios elementos de la tradición. 

Hay que seguir preguntando: ¿y por qué escogió precisamente esa figura? Dos libros sapienciales, el Eclesiastés y la Sabiduría, fingen ser obra del rey Salomón, famoso por su sabiduría que sobrepasa a la de los sabios de Oriente (1 Re 3 y 10); de modo semejante, el autor de nuestro libro pudo escoger como protagonista a un israelita, y no lo hace. ¿Hay en ello una intención polémica? El autor que se va a enfrentar violentamente con convicciones arraigadas en su pueblo, sale de ese círculo para combatirlo: fuera de Israel se ha revelado Dios de un modo que corregirá y completará la revelación de los israelitas. O bien, sin intención polémica, el autor ha querido simplemente dar un carácter universal a su figura y obra: la experiencia de Job no es específicamente israelítica, sino humana, universal; la sabiduría que en la obra se debate y se despliega no es patrimonio exclusivo de un pueblo, sino riqueza de libre importación. Es de notar que el libro de los Proverbios da cabida a dos breves colecciones de autores extranjeros, Agur y Lemuel  de Massá (cap. 30 y 31); en la primera descubrimos cierto parentesco con algunos pasajes de Job.
Si Hus se encuentra en territorio de Edom, que es lo más probable, tenemos a un edomita, descendiente de Esaú (Gn 36,11) Y enemigo de Israel-Jacob (véase p. ej. Abdías) dando lecciones a Israel. 

El nombre Job, en hebreo 'lyyob, se encuentra con variantes fuera de Israel. Si el sentido original es "Dónde mi padre", para oídos israelíticos suena un poco a enemigo, 'oyeb. Pero nombre y patria importan poco en la historia al lado del perfil religioso, ético y social del personaje. 

1,1-3 Dos binas describen al personaje subrayando la totalidad más que los aspectos diferenciados. Los cuatro adjetivos son como las cuatro dimensiones de la perfección humana, sin referencia explícita a la alianza. Si nos parece que el autor es fácilmente generoso con su protagonista, veremos que Dios pronuncia el mismo veredicto dos veces en el prólogo celeste. Sus miembros retornarán como leitmotiv en el curso del diálogo. Véase también Sal 25,21; 37,37; Prov 3,7; 16,6. Hombres de Oriente es una designación bastante genérica, véanse Jue 6,3.33; 7,12; 8,10; Is 11,14, etc. 

1,5 Job mismo ofrece los sacrificios, sin el ministerio de sacerdotes. Supone que la embriaguez y la fiesta han sido ocasión de blasfemia. Aunque lo hayan hecho sin plena conciencia, han quedado profanados, y al saberlo, deben expiar. Job es como la conciencia de sus hijos. La reparación cúltica quiere prevenir consecuencias fatales para la familia, pues maldecir a Dios acarrea maldición al hombre. Sobre esta purificación (qdsh) véase Ex 19,10.14. 

1,6-12 Dios tiene su asamblea celeste, de dioses inferiores o ángeles, 37,7; Sal ,1; 82,1; 89,7, con los que celebra reuniones periódicas, quizá para decidir la suerte de los mortales. Entre estos cortesanos, mensajeros o ministros, hay uno que representa una especie de oposición, que goza criticando y aun procura que los sucesos justifiquen su crítica; como un policía, da vueltas inspeccionando, para poder informar de los desmanes cometidos allá abajo en la tierra. Ese personaje es "el Satán" (con artículo); da vueltas (verbo shut) y se opone (sustantivo saatan). Estas ideas, extendidas en las religiones del antiguo Oriente, han sido parcialmente recogidas en la Escritura, y el autor las incorpora libre y audazmente a su ficción narrativa. Puede haber encontrado inspiración próxima en el episodio del profeta Mica ben Yimla, 1 Re 22; ello no disminuye la genialidad de este comienzo. 

No confundamos el Satán de esta narración con nuestra imagen o concepción del demonio, del ángel caído que odia a Dios y sus obras. Aunque algunos puntos de contacto nos empujen a la confusión, debemos defendernos para contemplar rigurosamente la función del personaje. Hasta ahora Dios está satisfecho de su siervo Job, y no pasa nada; hace falta un antagonista que ponga en movimiento la acción criticando, incitando. El Satán no es una afirmación teológica, sino un personaje funcional en el relato. Y si seguimos preguntando a qué corresponde en la realidad, el autor del libro no nos contesta, nos abandona a nuestras suposiciones. 

Nuestras suposiciones no pasan de preguntas dirigidas al libro o a nosotros mismos. ¿Es el Satán una especie de desdoblamiento de Dios, que desarrolla en términos de dialéctica su dirección del hombre? ¿O es más bien el Satán un principio humano opuesto a Dios? No podemos responder a estas preguntas ni confirmar estas suposiciones. Quizá la ambigüedad inexplicada del Satán sea parte integrante de la obra, fuente de sugestión y al mismo tiempo confesión implícita de que una doctrina teórica no puede con la realidad viva del hombre frente a Dios y a sí mismo

1,7 Sobre esta actividad, recuérdese el texto de 1 Pe 5,8 y también de los vigilantes celestes de Dn 4,13.17.23; uno de los dos verbos hebreos se aplica en Prov 24,34 a la pobreza que ronda y se echa encima del holgazán, como para arrestarlo.

1,9-10 La intervención crítica de Satán hará emerger la dimensión que falta. Esa descripción de un hombre bueno, rico y feliz es demasiado ingenua e irreal; una religiosidad que produce semejantes criaturas es sospechosa. Por la prueba, la vida humana es drama, y el drama es el ser auténtico del hombre en el tiempo. Hasta ahora todo es bueno, de una bondad falsa que no es bondad; hasta ahora la religión es un diálogo monótono de un hombre que bendice al Dios que le bendice; véase Dt 2,7; 14,29; 15,10; 16,15.

1,11-12 Suceda la tentación y se verá. Y el Señor acepta. Notemos la diferencia: Satán introduce la tentación desconfiando del hombre, seguro de su deslealtad, gozando por adelantado en la caída (escuchamos su risa burlona reprimida). Dios permite la tentación como prueba del hombre, confiando en él, esperando preocupado el desenlace. Satán tienta a Dios en el hombre, su mejor criatura, en el hombre mejor y más dichoso; Dios tienta al hombre dejándolo a su libertad: pruebas de amor. Así se plantea la gran apuesta entre Satán y Dios, entre lo divino y lo antidivino: ¿es el hombre víctima inocente e ignorante de tal apuesta, prenda que Dios se juega en un juego peligroso? No, porque la apuesta del hombre es su libertad. El Dios de este prólogo es más manejable que el Dios con el que Job habrá de luchar a oscuras.

Las pruebas de Job. En la primera serie están contadas de modo muy estilizado. Son cuatro desgracias, número clásico de la totalidad de los desastres, p. ej. Ez 14; la repetición de fórmulas crea un ritmo regular, irresistible. La caída libre de Job responde con humildad y aceptación a las desgracias que le han caído encima. 

1,15 La fórmula original "fuego de Dios" indica el carácter numinoso o teofánico del rayo; véase p. ej. la historia de Elías en 2 Re 1,12; de modo paralelo, el trueno es la "voz de Dios", p. ej. Sal 29. 

1,16 También el huracán del desierto puede tener carácter numinoso, como en Jr 18,17, sobre todo si embiste simultáneamente por los cuatro costados. 

1,21 El vientre materno y el vientre de la tierra están en claro paralelismo, según creencias comunes, que encuentran eco en Sal 139,13 Y en Is 26,19; véase también Gn 3,19; EcI 5,14; 12,7; Eclo 40,1. Sobre la pobreza total de la muerte Sal 49,18. El tema de la apuesta era que Job maldeciría al Señor: sus palabras concluyen con una bendición formal, en fórmula litúrgica. Dios gana la apuesta.

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