miércoles, 14 de noviembre de 2012

CAPÍTULO 12.



12 1Respondió Job:
2iQué gente tan importante sois,
con vosotros morirá la sabiduría!,
3pero también yo tengo inteligencia
y no soy menos que vosotros:
¿quién no sabe todo eso?
4Soy el hazmerreír de mi vecino:
«el que llama a Dios y le responde»,
se burla: «el justo, el honrado ... »
5Una tea despreciable me juzga el satisfecho
o bueno para ser hollado por cualquiera.
6Mientras tanto
hay paz en las tiendas de los salteadores,
y viven tranquilos los que desafían a Dios,
los que tienen a Dios en su puño.
7Pregunta a las bestias y te instruirán,
a las aves del cielo y te informarán,
8a los reptiles del suelo y te darán lecciones,
te lo contarán los peces del mar:
9con tantos maestros, ¿quién no sabe
que la mano del Señor lo ha hecho todo?
10En su mano está el respiro de los vivientes
y el aliento de la carne de cada uno.
11¿No distingue el oído las palabras
y no saborea el paladar los manjares?
12¿No está en los ancianos la sabiduría
y la prudencia en los viejos?
13Pues él posee sabiduría y poder,
la perspicacia y la prudencia son suyas.
14Lo que él destruye nadie lo levanta;
si él aprisiona, no hay escapatoria;
15Si retiene la lluvia, viene la sequía;
si la suelta, se inunda la tierra.
16ÉI posee fuerza y eficacia,
suyos son el engañado y el que engaña,
17conduce desnudos a los consejeros
y hace enloquecer a los gobernantes,
18despoja a los reyes de sus insignias
y les ata una soga a la cintura,
19conduce desnudos a los sacerdotes
y trastorna a los nobles,
20quita la palabra a los confidentes
y priva de sensatez a los ancianos,
21arroja desprecio sobre los señores
y afloja el cinturón de los robustos;
22revela lo más hondo de la tiniebla
y saca a la luz las sombras,
23levanta pueblos y los arruina,
dilata naciones y las traslada,
24quita el talento a los jefes
y los extravía por una inmensidad
sin caminos;
25van a tientas en lóbrega oscuridad
y los hace vacilar como borrachos.

EXPLICACIÓN.

ACTO SEGUNDO 

12-14 Tercer discurso de Job. De nuevo Job, saltándose casi el discurso de Sofar, empalma con sus propios pensamientos. La idea del pleito con Dios se le impone con mayor fuerza, se convierte en una decisión. Primero se dirige a sus amigos, en una especie de debate sapiencial: también él sabe alabar a Dios, incluso mejor que ellos -pero su alabanza tiene un tono siniestro, canta al Dios destructor-o En el pleito con Dios los amigos querrían intervenir como defensores de Dios, cosa que ni Job ni Dios mismo permitirá. A lo más, que asistan como testigos mudos y escuchen en silencio la defensa que Job pronuncia. Job decide correr el último riesgo y enfrentarse con Dios; sólo le pide juego limpio, que no recurra a la violencia, al terror, que acepte las reglas del proceso preguntando y respondiendo. Job inicia su defensa que es acusación e interrogatorio, pide a Dios que justifique su conducta. Que el hombre enjuicie o encause a Dios vale la pena: Dios es grande, es poderoso, es responsable de mucho; pero que Dios enjuicie al hombre ¿vale la pena?, ¿de qué puede responder el pobre mortal? ¿Quién es desmedido, el hombre interrogando a Dios o Dios acosando al hombre? ¿Quién es el hombre para contender con Dios? piensan los amigos; ¿quién es el hombre, para que Dios contienda con él? retuerce Job. Y enfrentado así con Dios, descubre una vez más con inmensa tristeza los límites de la existencia humana, su corrupción, su suciedad, su brevedad. No sólo a escala divina, también a escala cósmica, vegetal, el hombre sale empequeñecido. iOh si Job pudiera obtener un tiempo de escondimiento mientras pasa Dios!, ¡oh si Job pudiera transfundir a Dios su propia nostalgia! Pero la vida y la muerte del hombre son inexorables, más que las leyes de los elementos. 

En una religión de pura retribución, el hombre que recibe bienes bendice a Dios por ellos; y alguno saca la conclusión: si recibe males, maldice a Dios por ellos. Los amigos introducen una tercera solución: si el hombre recibe males, confesará su pecado y pedirá gracia, y esto salva la doctrina de la retribución. Al cerrarse la primera rueda de discusión, Job ha desarmado los tres frentes. No ha maldecido, como apostaba Satán, sino que ha pronunciado himnos reconociendo el saber y poder de Dios, aunque dudando de su justicia. Tampoco ha bendecido a secas, sino que pregunta, interroga, desafía a Dios, en su afán por entenderlo. Tampoco ha pedido perdón y gracia, sino que ha pedido audiencia y justicia. La apuesta ha quedado desbordada, la prueba ha pasado a un nivel profundo de gran complejidad, la discusión ha desbaratado planteamientos y esquemas tradicionales. 

12,2 Job responde con ironía, burlándose de esos sabios que se arrogan el monopolio vitalicio de la sabiduría. 

12,4-6 El sentido de estos versos es oscurísimo. La traducción que ofrece el texto se opone a la doctrina de la retribución. La última sentencia se podría entender "su mano es su Dios", en la línea de Gn 31,29 o de Hab 1,11. 

12,7-13 El comienzo tiene un dejo de ironía: no sólo los hombres, también los animales pueden enseñar lo que dicen sus amigos. En cuatro grupos, repartidos en estratos, el autor sintetiza la universidad de los animales docentes. 

12,10 Véase Nm 16,22; 27,16. 

12,11-13 El gusto es metáfora de discernimiento: véase 34,3 Elihú. De los animales subimos a la común experiencia humana, al saber de los ancianos, al saber de Dios. 

12,14-25 El que es señor de la vida, v. 10, es señor de las suertes humanas y actor de la historia en sucesos típicos. Este himno contiene reminiscencias acumuladas del Salmo 107,23-30.40 y de Is 44,24-28, otros datos son originales. La soberanía de Dios se muestra: en abarcar situaciones correlativas: el engañado y el que engaña; en conducir por situaciones opuestas: levanta y arruina; en despojar, desposeer, humillar a sabios, poderosos y jefes. El canto al poder prescinde de la justicia. 

12,14 Véase Is 49,24. 

12,15 Las dos alternativas son funestas, falta la bendición intermedia de la lluvia. 

12,17 -19 Como en el desfile triunfal de un soberano que conduce cautivos y humillados a sus enemigos derrotados. 

12,22 Este verso se desprende del contexto. Algunos autores prefieren tacharlo como glosa. 

12,24-25 Se superponen el sentido propio, extravío en el desierto, y el metafórico; las imágenes de oscuridad y borrachera son comunes, p. ej. Sal 82,5; Is 59,9 e Is 19,14; 28,7.

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