miércoles, 14 de noviembre de 2012

CAPÍTULO 17.



17 1Se me turba la mente, mis días se apagan,
me espera el sepulcro:
2sólo burlas me acompañan
y estoy harto de provocaciones.
3Desígname un fiador ante ti mismo,
¿quién, si no, será mi garante?
4Tú has cerrado su mente al raciocinio
y no podrán prevalecer.
5(“Si alguien denuncia al prójimo para despojarlo,
a sus hijos se les consumirán los ojos”),
6Me ha hecho el hazmerreír de la gente,
como a quien escupen en la cara;
7mis ojos se consumen irritados
y mis miembros son todos como sombra.
8Los justos se asombran al verlo
y el inocente se indigna contra el malvado;
9pero el justo se afirma en su camino
y las manos puras cobran fortaleza.
10Venid todos, volved:
que no encontraré entre vosotros un sabio.
11Pasan mis días, fracasan mis planes,
y los afanes de mi corazón
12de que la noche se convierta en día,
en luz cercana la tiniebla presente.
13¡Nada espero! El Abismo en mi casa,
me hago la cama en las tinieblas,
14a la podredumbre la llamo madre,
a los gusanos padre y hermanos.
15¿Dónde ha quedado mi esperanza?
Mi esperanza, ¿quién la ha visto?
16Bajará a las puertas del Abismo
cuando nos hundamos juntos en la tierra.

EXPLICACIÓN.
 
17,1-9 Este fragmento es muy difícil de entender. Intentaremos abrirnos el camino de su comprensión comparándolo con algunos salmos. En algunos salmos de súplica: a) el salmista expone su situación trágica, frente al enemigo; b) pide a Dios que intervenga librándolo; c) se siente seguro del auxilio de Dios; d) en su liberación ve un consuelo y una garantía para los justos. En nuestro fragmento encontramos de nuevo elementos semejantes. (El verso 5 sigue irreductible.) La explicación propuesta es hipotética: si se acepta, el orden lógico aconsejaría leer 6-7 después de 1-2. Aunque se acepte, no se explica el bajón repentino de tensión que introduce el salmo después del formidable grito de antes. 

17,1 Véanse Sal 143,7; 146,4. 

17,3 La fianza es una práctica sobre todo comercial: Gn 38,17; Ex 22,26; Dt 24,6-17; que tiene sus peligros Prov 6,1; 11,15; 17,18; 22,26; Eclo 29,14-20. Job la traspone a su causa criminal. Como en una especie de desdoblamiento en profundidad: por debajo del Dios que da muerte, está el Dios que salva al hombre. O como un salto en el conocer a Dios penetrando por su misterio: desde la experiencia cruel, desde la esperanza oscura. La alternativa del prólogo, maldecir y bendecir, no funciona a estas alturas. 

17,4 Sal 13,3-5; 30,2; 38,19; 41,11. 

17,6 Sal 44,14s. 

17,8 Sal 37,1; Jr 19,8. 

17,10 Como en 6,29 y 21,34; contra 15, 9-10. 

17,11-16 Rendido a la muerte. La traducción del v. 12 es dudosa. 

17,13-14 Lo acogedor, hogar y lecho, lo familiar, padre, madre y hermanos, es ahora la muerte y el sepulcro. Job se ve ya muerto y sepultado, familiarizándose con lo más terrible y repugnante. 

17,15-16 La última esperanza se sepulta con el hombre y acaba con él; si leemos la sentencia como afirmativa. (Pensando en Cristo: con él se ha sepultado la esperanza de la humanidad, y con él ha resurgido. La esperanza ha atravesado el reino de la muerte).

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