sábado, 24 de noviembre de 2012

CAPÍTULO 19.



19 1Respondió Job:
2¿Hasta cuándo seguiréis afligiéndome
y aplastándome con palabras?
3Ya van diez veces que me sonrojáis
y me ultrajáis sin reparo.
4Si es que he cometido un yerro,
con ese yerro me quedo yo.
5¿Quieres cantar victoria
echándome en cara mi afrenta?
6Pues sabed que es Dios quien me ha trastornado
envolviéndome en sus redes.
7Grito «Violencia», y nadie me responde;
pido socorro y no me defienden.
8Él me ha cerrado el camino y no tengo salida,
ha llenado de tinieblas mi sendero,
9me ha despojado de mi honor
y me ha quitado la corona de la cabeza;
10ha demolido mis muros y tengo que marcharme,
ha descuajado mi esperanza como un árbol.
11 Ardiendo en ira contra mí,
me considera su enemigo.
12Llegan en masas sus escuadrones,
apisonan caminos de acceso
y acampan cercando mi tienda.
13Mis hermanos se alejan de mí,
mis parientes me tratan como a un extraño,
14me abandonan vecinos y conocidos
y me olvidan los huéspedes de mi casa;
15mis esclavas me tienen por un extraño,
les resulto un desconocido;
16llamo a mi esclavo y no me responde
y hasta tengo que rogarle.
17A mi mujer le repugna mi aliento
y mi hedor a mis propios hijos,
18aun los chiquillos me desprecian
y me insultan apenas me levanto;
19mis íntimos me aborrecen,
los más amigos se vuelven contra mí.
20Se me pegan los huesos a la piel,
he escapado con la piel de mis dientes.
21¡Piedad, piedad de mí, amigos míos,
que me ha herido la mano de Dios!
22¿Por qué me perseguís como Dios
y no os hartáis de escarnecerme?
23¡Ojalá se escribieran mis palabras,
ojalá se grabaran en cobre,
24con cincel de hierro y con plomo
se escribieran para siempre en la roca!
25«Yo sé que está vivo mi Vengador
y que al final se alzará sobre el polvo:
26después de que me arranquen la piel,
ya sin carne veré a Dios;
27yo mismo lo veré, no como extraño,
mis propios ojos lo verán».
iEI corazón se me deshace en el pecho!
28y si decís: «¿Cómo vamos a perseguirlo a él?»
-y así se encuentra en mí
la raíz del problema-,
29temed la espada, que la espada castiga delitos,
y sabréis que hay un juicio.

EXPLICACIÓN.

19 Quinto discurso de Job. Quizá sea este capítulo el más conocido del libro, por esos versos 23-27 que tantas discusiones han provocado. Job continúa el curso de sus pensamientos en la doble línea de lamentación y de juicio. A los amigos les dedica una dura introducción y quizá una conclusión amenazadora. La lamentación sobre su propia suerte recoge algunas alusiones de Bildad, se inspira en Salmos y Lamentaciones, insistiendo en el abandono familiar. De repente el pensamiento del juicio interrumpe su discurso, ante él aparece de nuevo el árbitro de 9,33, el mediador de 16,19, que esta vez es un vengador de su sangre, el que responde al grito de la tierra. El grito de Job suena ahora como grito de triunfo extraño, y no desemboca en el acto de rendirse a la muerte sin esperanza, como en el cap. 16. 

19,1-6 Bastante tiene con sus penas, con sus errores, con la hostilidad de Dios, para que encima los amigos lo opriman con palabras. Dios no ha herido a Job para probar la doctrina de los amigos (Jonás quería que Dios destruyese Nínive para probar así la palabra profética). 

19,3 Diez es un número redondo, como en Nm 14,22. El sonrojo es la derrota reconocida, en el juicio o en la discusión. 

19,7-20 En esta elegía abundan las reminiscencias y paralelos de salmos y del libro de las Lamentaciones, elegía a la caída de Jerusalén. Por eso suenan motivos de realeza, la corona, de asedio, de asalto, y también motivos familiares, incluso contra la historia del prólogo. El conjunto resulta algo convencional, poco ceñido a la realidad de Job. 

19,7 Es el grito oficial, que obliga a intervenir, con consecuencias ante la ley, Ot 22, 24; Jr 20,8; Hab 1,2. El que no acude a defender a la víctima es responsable, en este caso Dios. Compárese p. ej. con Sal 22,3; Lam 3,8. 

19,8 Camino y tinieblas: Lam 2,1; 3,2.9; Os 2,8. 

19,9 Lam 3,14; 5,16. 

19,10 Lam 2,2.17; Sal 52,7. 

19,11 Lam 2,3.5 

19,12 Lam 1,15; 2,22; 3,5; 56,2-3; 59,5. 

19,13-16 Sal 27,10 (padre y madre); 31, 12 (vecinos y conocidos); 38,12 (amigos, compañeros y parientes); 69,9 (hermanos); 88,9.19 (conocidos, amigos y compañeros). La presencia de los hijos es convención del género poético. 

19,19 Lam 1,2; Sal 25,14; 41,10; 55,13-15; 64,3; Jr 6,11. 

19,20 Lam 4,8. Parece ser expresión proverbial, como nuestro "salvar el pellejo". 

19,23-24 Las palabras son de una solemnidad extraordinaria, una llamada a la posteridad, véase Sal 102,19. Piensa en una gran inscripción, lapidaria, con plomo incrustado en la roca. El autor siente la importancia de lo que su protagonista va a decir y lo subraya. Es importante, porque expresa la última apelación o convicción de Job; pero debe tomarse en el contexto total. En cierto sentido este deseo de perpetuidad se extiende a las otras palabras de Job, especialmente a las que expresan su sed y su esperanza de justicia. No podemos negar que el libro de Job dura más que una inscripción en la roca, que la conciencia del autor no se engañaba al estimar la importancia de su libro. 

19,25-27 Pero es terrible observar que precisamente estas palabras del libro nos resulten tan oscuras. El texto hebreo está mal conservado, quizá por manipulación intencionada; los traductores antiguos ensayaron lecturas diversas del texto, como profesión de fe en la resurrección (Jerónimo) o negando tal interpretación (Crisóstomo), y los comentaristas modernos, en vez de ponerse de acuerdo, tienden a multiplicar o diferenciar las explicaciones. Se trata claramente de la justificación que Job espera a pesar de todo: ¿espera o desea una justificación antes de morir o después de la muerte?; en el segundo caso ¿tendrá conciencia de ella estando muerto o resucitará para recibirla?; en el último caso ¿piensa en una resurrección personal o en la resurrección universal de que hablan Dn y Sab? El libro no piensa en la resurrección, la excluye: 3,11-22; 7,9-10; 10, 18-22; 16,22; 17,1.13-16; 21,23-26. Por otra parte Job, en su sed de justicia, expresa a veces una esperanza paradójica, incluso en los momentos en que se rinde a la muerte, sobre todo en el cap. 16, que empalma con el presente. Por eso prefiero, como un poco más probable, la interpretación que refleja nuestra traducción: Job al morir invoca a la tierra para que no cubra su sangre, para que clame pidiendo venganza, 16,8; ahora grita que el vengador de su sangre vive, por eso espera que, ya muerto, desde el reino de la muerte, conocerá su propia justificación, y justificado podrá ver a Dios. La vida ya no le
importa, con tal que le hagan justicia; la muerte ya la ha aceptado, pensando que le harán venganza; la justicia ha de prevalecer, y él, aunque muerto, tendrá la satisfacción de saberlo. 

En el otro extremo está la interpretación, también probable, que coloca la reivindicación de Job en esta vida, en una teofanía inmediatamente antes de la muerte. En tal caso, "sin piel y sin carne" es expresión hiperbólica que describe el estado físico de Job antes de morir. En cualquier caso la doctrina de la resurrección no se lee en el texto original ni responde al sentido del libro; es fruto de una lectura posterior, iluminada por el progreso de la revelación en este punto. 

19,25 El vengador es una institución jurídica antigua: un miembro de la familia, del clan, de la tribu, por grados, está obligado a reivindicar a su prójimo: en caso de asesinato, matando al culpable, Dt 19,6-12 (la legislación antigua no admite compensación). El acto y la obligación de vengar se basan en lazos de solidaridad. Dios asume este oficio respecto a Israel: véase sobre todo Isaías 11. Nuestro texto se refiere al vengador de la sangre, y el acto de venganza ha de consistir en probar la inocencia de la víctima. El latín ha traducido el original ga'el por redemptar (= rescatador), y del latín ha pasado a nuestras lenguas. Los cristianos han aplicado el título a Cristo y han dado así una lectura cristiana al texto. 

19,25b El alzarse puede ser gesto forense o bien acto de intervenir. El polvo puede significar la tumba, la humillación, y podría aludir sutilmente a la condición humana. 

19,26-27 Normalmente el hombre no puede ver a Dios porque moriría, p. ej. Ex 33,20; en la situación que Job se imagina no existe tal peligro; naturalmente es algo paradójico, y Job remacha su paradoja. 

19,27c Con una fuerte expresión de deseo cierra en inclusión la perícopa. La traducción es dudosa. Las palabras de Job lo sobreviven y lo vengan; pero esto no basta. Las palabras de Job lo desbordan, a él y al autor, tienen demasiada cabida para su realidad. Tiene que venir una realidad ''final'' que llene la capacidad de sentido de estas palabras. Éste es el fundamento de su lectura cristiana.

19,28-29 El texto es muy dudoso. En la traducción que hemos propuesto como conjetura relativamente aceptable, Job se vuelve contra sus amigos: al no enfrentarse con Dios, le cargan toda la culpa a Job; pero en un juicio serán castigados. No faltan autores que consideran estos versos fuera de sitio.

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