viernes, 30 de noviembre de 2012

CAPÍTULO 32.



32 1Los tres hombres no respondieron más a Job, convencidos de que él se tenía por inocente. 2Pero Elihú, hijo de Baraquel, del clan de Ram, natural de Buz, se indignó contra Job, porque pretendía justificarse frente a Dios. También se indignó contra los tres compañeros, porque, al no hallar respuesta, habían dejado a Dios por culpable. 4Elihú había esperado mientras ellos hablaban con Job, porque eran mayores que él; 5pero viendo que ninguno de los tres respondía, Elihú se indignó. 6y Elihú, hijo de Baraquel, natural de Buz, intervino diciendo: 

-Yo soy joven y vosotros sois ancianos,
por eso, intimidado, no me atrevía
a exponeros mi saber.
7Me decía: «que hablen los años,
que la edad madura enseñe sabiduría».
8pero es un espíritu en el hombre,
el aliento del Todopoderoso
el que da inteligencia.
9No es la autoridad quien da la sabiduría
ni por ser anciano sabe uno juzgar;
10por eso os pido que me escuchéis:
yo también expondré lo que sé.
11IYo esperé mientras hablabais,
presté atención a vuestras razones
mientras buscabais qué decir;
12por más que escuché con atención,
ninguno de vosotros refutó a Job
ni respondió a sus argumentos.
13y no digáis: «Hemos topado con un saber
que Dios sólo y no un hombre puede refutar».
14Job no se ha enfrentado conmigo
ni yo le responderé
con vuestras razones.
15Ellos, desconcertados, ya no responden,
los desamparan las palabras.
16¿Debo aguardar porque ellos no hablan,
porque están ahí sin responder?
17Quiero tomar parte en la discusión,
yo también expondré lo que sé,
18porque me siento henchido de palabras
y su ímpetu me oprime las entrañas;
19mis entrañas están como odres nuevos
que el vino encerrado revienta.
20Hablaré y me desahogaré,
abriré los labios para responder.
21No tomaré partido por ninguno,
a nadie adularé,
22porque no sé adular
y porque me eliminaría mi Hacedor.

DISCURSOS DE ELIHÚ 

32-37 Los discursos de Elihú. En el libro de Job sucede ahora algo inesperado: un nuevo prólogo en prosa narrativa introduce a un nuevo personaje, el cual se sube al escenario y se pone a hablar. El autor no nos lo había presentado en su introducción, cuando nos habló de los tres amigos, ni vuelve a hablar de él en el epílogo: por tanto, es una aparición al margen del marco narrativo. Elihú no interviene realmente en el diálogo, habla solo y nadie le responde; no sigue las reglas del juego, tan bien señaladas en las dos primeras ruedas: es decir, su intervención queda fuera de la estructura del diálogo. Además Elihú interrumpe la gran confrontación final, el desafío de Job y la respuesta de Dios, sin responder realmente a Job y adelantándose a Dios: también aquí perturba la estructura de la composición. 

El contenido de sus discursos aporta algunos elementos, desarrolla otros. Pero esto no compensa la extensión: sus discursos seguidos ocupan más que los seis discursos de los tres amigos en las dos primeras ruedas. Efecto de su estilo difuso, retórico, insistente. Aunque tiene bastantes aciertos de expresión, su estilo desmerece de lo anterior; la diferencia se nota sobre todo cuando pretende imitar. Hay que leer una vez el libro saltándose estos seis capítulos; después se pueden leer estos discursos, que naturalmente presuponen el libro. Elihú es un espontáneo, un intruso. 

¿Qué ha sucedido? En el orden de composición podemos reconstruir así el proceso: el libro de Job es un libro anticonformista, provocativo. Ha sido recibido en los círculos sapienciales, pero algunos miembros o grupos del gremio sapiencial se sienten insatisfechos, incluso ofendidos. El libro no se puede suprimir, a estas alturas; una adición sustancial lo hará menos ofensivo y más aceptable. Un lector posterior provocado y aun irritado por la lectura, va tomando notas, reflexiona, prepara la refutación; quizá en este trabajo representa a un grupo o escuela, y utiliza argumentos de sus compañeros. Con estos materiales compone una refutación: de los amigos, que no han sabido responder, de Job, que ha ofendido a Dios y ha escandalizado al propio lector; tampoco le han convencido las razones de Dios, y como no puede refutarlo, procura iluminar por adelantado sus palabras. El trabajo no forma parte del diálogo, pero tiene una referencia dialéctica a él, subrayada por las citas de afirmaciones de Job. 

El procedimiento literario de este autor es simple e interesante: de lector se transforma en actor por decisión propia. A ello se debe el esfuerzo por justificar su entrada en la obra, con una larga introducción, y su afán por identificarse con nombre, apellido y nacionalidad. 

Dicho todo esto, no muy en favor del autor o de su personaje, tenemos que añadir que estos seis capítulos pertenecen a la literatura canónica, la tradición los considera palabra inspirada. Por eso tenemos que leerlos y comentarios; lo haremos con fruto e interés si conservamos la conciencia de su origen y función: los discursos de Elihú son la primera reacción escrita al libro provocativo de Job, el primer comentario en una serie indefinida. Una reacción que prueba el poder de interpelar del libro, un comentario que llega a ser parte de la obra. Al fin y al cabo, el autor original escribió su libro para el público, para sacudirlo y hacerlo pensar: que no se queje si un lector hebreo ha recogido el desafío, y quiere que conste de ello. 

La intervención se compone de una introducción en prosa, un amplio exordio y cuatro discursos delimitados por la fórmula "Elihú siguió diciendo", o por la persona a quien se dirigen, Job o los amigos. Esta división es bastante artificial y no representa el proceso del pensamiento o de la argumentación. Otro criterio de división serían las citas de palabras de Job introduciendo cada nueva refutación; pero tampco este criterio satisface para establecer las líneas de composición. 

32,1 El autor ha creído que Job ha dejado convictos a sus interlocutores; en nombre del gremio de los sabios, antes de apelar a Dios, él quiere dar una respuesta. Piensa que a nivel humano de sabiduría, el problema de Job tiene una solución. 

32,2 La identificación puede ser real o simple ficción literaria. Los nombres son de buena factura israelítica; en una genealogía de Abrahán, Gn 22,20-24, leemos los nombres de dos hijos de Najor, hermano de Abrahán, Hus y Buz; Hus es el país de Job, Buz el de Elihú; según Jr 25,23, Buz es una de las tribus del desierto arábigo. Elihú ha entendido perfectamente la sustancia de lo que pretende Job, salir justificado en un pleito con Dios, 13,13-19; 16,21; Elihú (= Él es mi Dios) quiere ser abogado de Dios, como los amigos según Job, 13,8. 

32,3 Completa la idea: al hacerse abogados, encargados de la causa de Dios, y al no responder a Job, hacen que Dios pierda el pleito. Es decir, Elihú considera que el pleito ha tenido lugar, pero no lo da por concluido, por eso se mete a hablar antes de que Dios mismo hable; implícitamente parece decir que las razones de Dios no son convincentes. 

32,4 Con esta frase justifica el autor la entrada tardía de su personaje. 

32,6-7 En una época en que la longevidad es un hecho extraordinario y en que la cultura es un hecho empírico, la edad es una ventaja indiscutible. El anciano ha experimentado más, ha acumulado más saber, enlaza con la tradición antigua. Por su coexistencia con tres generaciones, es el auténtico puente de la tradición.

El argumento de Elihú añade otro aspecto implícito: el libro de Job tiene ya el prestigio de los años, es obra tradicional, mientras que el pensamiento suyo (y de su grupo) es novedad. 

32,8-9 Frente al principio de la edad introduce un principio revolucionario: la sabiduría como don carismático "espíritu, aliento del Todopoderoso", no pura adquisición "años, vejez". Pero la idea no es tan radicalmente nueva: Is 11,2; también Ex 35,31.35. Con todo, la antítesis de Elihú es importante: Dios no se somete a monopolios. 

32,11-12 Aquí se traiciona Elihú como espectador o lector: naturalmente, lector inteligente y crítico que no acepta sin más lo que se dice; también paciente y atento, con sincera voluntad de escuchar. 

32,13-14 ¿Refleja la opinión de la época?; para los lectores comunes y para los círculos sapienciales ¿era Job una cumbre de sabiduría humana?, ¿se estaba volviendo el libro intocable? Quizá en estas palabras el autor está pensando en la oposición de dichos círculos. En cierto sentido cada lector se convierte en nuevo interlocutor de Job. 

32,15-17 Elihú transforma su experiencia de lector sacudido en la ficción de personaje dentro del drama. Éste es el valor de la ficción: representar la multitud del público que irresistiblemente se ha convertido en parte de la representación. 

32,18-19 La imagen produce un juego sutil: viento es la materia de las palabras, viento es también el "espíritu". Como Jeremías respecto de la profecía, Jer 20,9, Elihú siente un impulso interno incontenible, se siente inspirado. 

32,20-22 Su intervención se define «respuesta». -Pero si nadie le ha preguntado. -Job pregunta a todos. Promete imparcialidad, aunque ya haya sentenciado a favor de Job contra los amigos. La referencia a Dios suena a reminiscencia de juramento, aunque la forma es diversa. Dios mismo, con su título de creador, va a garantizar el nuevo capítulo del juicio que abre Elihú.

No hay comentarios:

Publicar un comentario