jueves, 1 de noviembre de 2012

INTRODUCCIÓN.



El libro de Job es un drama con muy poca acción y mucha pasión. 

Es la pasión que un autor genial, anticonformista, ha infundido en su protagonista. Disconforme con la doctrina tradicional de la retribución, ha opuesto a un principio un hecho, a una idea un hombre. Ya el salmo 73 había opuesto los hechos de experiencia a la teoría de la retribución, y había encontrado la respuesta al entrar "en el misterio de Dios". 

Nuestro autor extrema el caso: hace sufrir a su protagonista inocente, para que su grito brote "desde lo hondo". La pasión o sufrimiento de Job enciende la pasión de su búsqueda y de su lenguaje; ante ella se van estrellando las olas con céntricas de los tres amigos, que repiten con variaciones y sin cansarse la doctrina tradicional de la retribución. 

La acción es sencillísima: entre un prólogo doble y un epílogo doble -en el cielo y en la tierra- se desenvuelven cuatro tandas de diálogo. Por tres veces habla Job y cada uno de los amigos responde; la cuarta vez Job dialoga a solas con Dios. En los diálogos con los amigos, más que un debate intelectual, se produce una tensión de planos o direcciones: los amigos defienden la justicia de Dios como juez imparcial que premia a buenos y castiga a malos; a Job no le interesa esa justicia de Dios, que desmiente su propia experiencia, y apela a un juicio o pleito con Dios mismo, en el que aparecerá la justicia del hombre; por llegar a este pleito y por probar su inocencia frente a Dios, Job arriesga su propia vida. Dios, como instancia suprema, zanja la disputa entre Job y sus amigos; como parte interpelada, responde y pregunta a Job para encaminarlo hacia el misterio de Dios. 

A través de los diálogos, del hombre bueno convencional, que da gracias a Dios porque todo le sale bien, surge un hombre profundo, capaz de asumir y representar a la humanidad doliente que busca  audazmente a Dios. De un Dios sabido y hasta encasillado, surge un Dios imprevisible, difícil y misterioso. En el espacio de un solo libro nuestro conocimiento de Dios, del hombre y de sus relaciones ha crecido. Porque Job, como otro Jacob en su visión nocturna, ha luchado con Dios; porque el autor ha empeñado su genio literario y religioso en sacudir viejos esquemas explorando en profundidad. 

El libro de Job es un libro singularmente moderno, provocativo, no apto para conformistas. Es difícil leerlo sin sentirse interpelado y es difícil comprenderlo si no se toma partido. 

El autor es un genio anónimo, que vivió probablemente después del destierro, que se ha alimentado en el rezo de los Salmos y ha conocido la obra de Jeremías y Ezequiel y los Salmos.

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