jueves, 6 de diciembre de 2012

CAPÍTULO 38.



CONTINÚA EL ACTO CUARTO HABLA DIOS

38 1Entonces el Señor respondió a Job
desde la tormenta:
2¿Quién es ése que denigra mis designios
con palabras sin sentido?
3Si eres hombre, cíñete los lomos:
voy a interrogarte y tú responderás.
4¿Dónde estabas cuando cimenté la tierra?
Dímelo, si es que sabes tanto.
5¿Quién señaló sus dimensiones? -si lo sabes-,
¿o quién le aplicó la cinta de medir?
6¿Dónde encaja su basamento
o quién asentó su piedra angular
7entre la aclamación unánime
de los astros de la mañana
y los vítores de todos los ángeles?
8¿Quién cerró el mar con una puerta
cuando salía impetuoso del seno materno,
9cuando le puse nubes por mantillas
y niebla por pañales,
10cuando le impuse un límite
con puertas y cerrojos
11y le dije: «Hasta aquí llegarás y no pasarás;
aquí cesará la arrogancia de tus olas»?
12¿Has mandado en tu vida a la mañana
o has señalado su puesto a la aurora
13para que agarre la tierra por los bordes
y sacuda de ella a los malvados,
14para que le dé forma como el sello a la arcilla
y la tiña como la ropa,
15para que se les niegue su luz a los malvados
y se quiebre el brazo sublevado?
16¿Has entrado por los hontanares del mar
o paseado por la hondura del océano?
17¿Te han enseñado las puertas de la Muerte
o has visto los portales de las Sombras?
18¿Has examinado la anchura de la tierra?
Cuéntamelo, si lo sabes todo.
19¿Por dónde se va a la casa de la luz
y dónde viven las tinieblas?
20¿Podrías conducirlas a su país
o enseñarles el camino de casa?
21Lo sabrás, pues ya habías nacido entonces
y has cumplido tantísimos años.
22¿Has entrado en los depósitos de la nieve,
has observado los graneros del granizo,
23que reservo para la hora del peligro,
para el día de la guerra y el combate?
24¿Por dónde se reparte el bochorno
y se difunde sobre la tierra el solano?
25 ¿Quién ha abierto un canal para el aguacero
y una ruta al relámpago y al trueno,
26para que llueva en las tierras despobladas,
en la estepa que no habita el hombre,
27para que se sacie el desierto desolado
y brote hierba en el páramo?
28¿Tiene padre la lluvia?,
¿quién engendra las gotas del rocío?,
29¿de qué seno nacen los hielos?
¿Quién pare la escarcha del cielo
30para que el agua se cubra con una losa
aprisionando la superficie del lago?
31 ¿Puedes atar los lazos de las Pléyades
o desatar las ligaduras de Orión?
32¿Puedes sacar las constelaciones a su hora
o guiar a la Osa con sus hijos?
33 ¿Conoces las leyes del cielo
o determinas sus funciones sobre la tierra?
34 ¿Puedes levantar la voz hasta las nubes
para que te cubra el chaparrón?
35 ¿Despachas a los rayos, y ellos vienen
y te dicen: «Aquí estamos»?
36¿Quién le dio sabiduría al ibis
y al gallo perspicacia?
37 ¿Quién cuenta sabiamente las nubes
y vuelca los cántaros del cielo
38cuando el polvo se funde en una masa
y los terrones se amalgaman?
39¿Le cazas tú la presa a la leona
o sacias el hambre de sus cachorros
40cuando se encogen en la guarida
o se agazapan al acecho en la maleza?
41¿Quién provee al cuervo de sustento
cuando chillan sus pollitos a Dios
y vagan alocados por el hambre?

38-41 (Empalmamos con el cap. 31, saltándonos la interrupción de Elihú). Después de las palabras de Job "¡Aquí está mi final. Que responda el Todopoderoso!", Dios tiene que hablar. Escénicamente caben dos soluciones: una pausa larga, adensando el silencio expectante, o bien una respuesta rapidísima, por sorpresa. La mención de la tormenta puede favorecer la primera solución. 

Dios tiene que hablar para dirimir el pleito de los cuatro amigos en una instancia superior, pues el pleito tenía a Dios por argumento. Después de tres ruedas con nueve discursos, ninguno ha resuelto la cuestión ni ha convencido al contrario. Dios tiene que hablar, porque Job lo ha desafiado a un duelo verbal. A estas alturas la neutralidad de Dios es imposible: si no interviene absolutamente, la doctrina de los amigos está desacreditada, porque se puede acusar impunemente a Dios; y Job sale vencedor, porque ha dejado a Dios sin palabra. Dios tiene que intervenir, la dinámica del poema lo exige, todos, actores y público lo esperan. ¿Cómo ha de intervenir? La diferente expectación de los personajes crea una tensión duplicada en este momento. 

En la expectación de los amigos la intervención de Dios tiene que ser un rayo que fulmine a Job y le imponga silencio con el castigo final. Lo pide la lógica de la argumentación y las repetidas tiradas sobre la suerte de los malvados; efectivamente la tormenta es el final de Job -piensan los amigos entre compasivos y satisfechos-, el trueno, voz de Dios sin palabras, será la respuesta que acompañe a la ejecución, como sordo rumor de tambores. 

Job espera un encuentro dramático -la tormenta es buen acompañamiento-, un diálogo en que ambos puedan aducir sus razones con paridad de derechos, y una sentencia que será la culpabilidad de Dios y la inocencia de Job. A esto tienden sus discursos, sobre todo a partir de su primera respuesta a Bildad, cap. 9. En el dolor Job se ha crecido, su debilidad es su fuerza y no teme arrostrar la tempestad. 

Y el público, el lector ¿qué espera?, ¿una respuesta intelectual al problema?, ¿un acto de comprensión y unas palabras compasivas? Entre Job y los amigos, el lector habrá tomado partido por Job -el drama lo pide-; entre Job y Dios, quizá se ha puesto de parte de Job, quizá con salvedades. Una cierta tensión y ambigüedad debe caracterizar la expectación del público (sobre ella volveremos más tarde, terminados los discursos de Dios, para no romper la tensión antes de tiempo). 

Pues bien, la respuesta de Dios se escucha, cosa que todos esperábamos; su contenido y tono frustra la expectación de cada uno. Una respuesta imprevisible es el último acierto del autor.
El contenido del discurso lo forman una serie de descripciones sapienciales del cosmos, del mundo animal: tierra, mar, aurora, meteoros, constelaciones, ibis, gallo, leona, gamuza, asno salvaje, búfalo, avestruz, caballo, halcón, para terminar con un hipopótamo y un cocodrilo mitológicos. Lo inanimado, los animales, ¿dónde está el hombre? Una breve referencia, 40,11-13 no basta. El hombre es Job, viajero de la mano de Dios por un inmenso reino de maravillas. La palabra de Dios lo convierte en aventurero por su propio reino, el mundo, descubridor de sus propios dominios, los animales sometidos a su señorío. Con pasmo y sorpresa va descubriendo su propia ignorancia, su limitado poder. ¡Qué tragedia ser hombre y tener que sufrir!, ¡qué maravilla ser hombre y poder descubrir! 

La forma del discurso es una especie de interrogatorio, en series rápidas de preguntas o en preguntas que abarcan amplias descripciones. El interrogatorio coloca a Job entre el género sapiencial y el género forense: una cierta ambigüedad pretendida. Si Job es ignorante, no tiene derecho a reclamar; pero tampoco ha podido ofender, su ignorancia es excusa o atenuante. Si es ignorante, no puede ganar el pleito; pero tampoco lo pierde. Puede ganarse a Dios, que vale más, y a sí mismo para Dios. Su confesión será victoria de Dios sin ser derrota de Job. 

El estilo de estos discursos es de lo mejor en el género descriptivo de la antigüedad. Los seres cósmicos aparecen personificados, con dimensiones sobrehumanas, llenos de dinamismo; traspuestos a imágenes humanas y aun domésticas, las criaturas cósmicas dilatan y quiebran la imagen. Los animales desfilan ostentando una cualidad característica, representando como buenos actores una escena, la suya, bien conocida y ensayada. Animales en libertad, en su ambiente (no encerrados en un parque zoológico). No hay que olvidar que el factor principal que anima esta visión es la presencia de Job y la palabra de Dios. 

La construcción de estos capítulos es sencilla: breve introducción (38,1-2), primer interrogatorio y descripción (38,4-39, 40,1-5) primer diálogo y confesión de Job; nueva introducción (40,6-8), segundo interrogatorio y descripción (40,9-41,26), segundo diálogo y confesión de (Job 42,1-6); conclusión de Dios (42,7-8). 

38,1 La aparición en una teofanía es un modo solemne. El tema, sobre todo en forma de tormenta, es común en salmos y profetas: p. ej. Sal 18,8-14; 50,3 pleito con el pueblo; 76; 77,17-21; 83,16; 97,2-5. La teofanía presente se ordena al discurso. La respuesta de Dios ha sido una obsesión a lo largo de la discusión: por fin Dios "responde". 

38,2 La primera pregunta del interrogatorio resume la situación y empieza a colocar a los personajes en su puesto. La culpa de Job es de ignorancia atrevida: juzga sin comprender y condena sin abarcar el designio total; denigra lo difícil y declara arbitrario lo que él no logra razonar; no reconoce la última dimensión impenetrable. Sobre el designio de Dios, véase p. ej. Is 11,2;14,26-27; 28,29.

38,3 Dios acepta el desafío, 13,22, y toma la palabra. Será como un cuerpo a cuerpo, Dios ya está concediendo dos peticiones de Job: el encuentro y el diálogo. Su responder será en gran parte preguntar. 

38,4-7 La tierra, en términos arquitectónicos. Es la mañana en que se coloca la primera piedra, con toda solemnidad, ante un público del mundo divino y celeste, entre aclamaciones. Enseguida empiezan las obras. Léase la descripción de la fiesta litúrgica al colocarse la primera piedra del templo reedificado, Esd 3,10-11. La tierra ocupa un puesto central en la atención del momento. 

38,4 Véase Sal 24,2; 89,12; 102,26; 104, 5.8. 

38,5 Ez 40,3 y Zac 1,16 del templo y la ciudad; Is 40,12; Prov 30,4; Sal 82,5 del cosmos. 

38,6 Del templo o la ciudad: Is 28,16; Sal 118,22; del orbe: Job 9,6. 

38,7 Los astros son criaturas celestes al servicio de Dios. 

38,8-11 El océano, visto tantas veces como formidable dragón mitológico, está visto aquí como recién nacido indefenso. Escena doméstica en dimensiones sobrehumanas. 

38,8 Is 57,20; Sal 93,3s.

38,10 La misma palabra significa límite y ley: pasar los límites es transgresión. 

38,11 Véase Sal 104,9; Prov 8,29; Jr 5, 22, la paradoja de la arena que frena al mar. 

38,12-15 La aurora es recreadora del mundo: como un pastor que sacude su manto para espulgarlo, como un artesano que graba formas en la arcilla, como un teñidor que colorea los paños. 

38,12 Sal 101,8; 104,22. 

38,13-15 Recuérdense los habitantes de las tinieblas descritos por Job, 24,13-17; la luz universal y generosa de la aurora no es la de ellos. Corre un paralelismo entre el océano desmandado, la tiniebla nocturna, los malvados. 

38,16-18 Como un viaje cósmico del que uno informa al volver; es la misma imagen que Eclo 24 aplica a la sabiduría. 

38,16 Se trata del océano subterráneo: Gn 7,11; 49,25; Dt 33,13. Bajo él se encuentra el mundo de los muertos, 26,5. 

38,19-20 Continúa la imagen del viaje cósmico. Luz y tinieblas son como dos personajes que se retiran alternativamente a su morada; lo mismo que hombres y animales en Sal 104,20-23.

38,21 La sabiduría es proporcional a la edad, sólo la sabiduría primordial abarca todo el saber del cosmos: Prov 8; Eclo 1; 24. Véase también 15,7. 

38,22-23 Ex 9,18; Jos 10,11; Is 28,17; 30,30; Ez 13,13; 38,22; Sal 78,47; 105,32; 147,16; Eclo 39,29. 

38,24 El carácter maléfico del solano está atestiguado en Ex 10,13; Ez 19,12; Os 13,15. Su itinerario es extraño. 

38,25 La abundancia de agua traerá resultados benéficos. 

38,26-27 Derrocha la lluvia donde no se espera ni hace falta. El designio divino es más ancho que las empresas humanas. 

38,28-29 Padre y madre de lluvia y escarcha son imágenes de ascendencia mitológica. 

38,31-32 Atar y desatar es poder pleno. La maravilla de las constelaciones, moviéndose en idéntica figura, como una yunta o una recua de animales. 

38,33 Parece aludir al influjo de las constelaciones sobre la tierra, según las concepciones astrológicas de la época. 

38,34 Quizá aluda a Josué: Jos 10,11-14. 

38,36 En el puesto en que está parece considerar al ibis y al gallo como profetas del tiempo atmosférico. Otros prefieren leer este verso detrás de 38. 

Antes de pasar a la serie zoológica, doy espacio a un problema grave: se acusa a estos capítulos de responder con datos físicos a problemas morales. Cosmos y animales no pertenecen al mundo ético. Para responder, voy a repasar la lógica de las razones de Job. Job sufre sabiéndose inocente, de donde se sigue que Dios lo trata injustamente. Y no es una excepción, ya que Dios o no distingue entre buenos y malos o se despreocupa del mundo, de modo que la injusticia impera en el mundo. En tal caso sería mejor que el mundo volviese al caos (cap. 3). 

Para Job van unidos sufrimiento inmerecido, desorden ético del mundo y fuerzas del caos.
Dios acepta en parte el planteamiento de Job y afirma: que tiene un plan o designio (38,2); que de ese plan forma parte la existencia del mal y la injusticia (40,11-12), que él controla y domina constantemente las fuerzas del mal y del caos. Esto lo hace Dios arguyendo ad hominem contra Job y probando por analogía o por símbolos su dominio perfecto. Entre los símbolos descuellan: luz y tinieblas, lluvia y aridez, los animales fantásticos. El personaje Job es sensible al lenguaje simbólico. A continuación, el desfile de animales. 

38,37-38 Contar es acto de posesión. Apunta los efectos de una lluvia rápida y abundante: el polvo, antes suelto y volandero, se apelmaza en masa compacta. 

38,39-39,30 Se cuentan diez animales, habitantes del desierto o de zonas despobladas, o dedicados a la guerra (el caballo). Dios no los destruye, antes los cuida y alimenta, pero los mantiene a raya. 

38,39-40 Ocupa el primer puesto el león: Prov 30,30; puede ser imagen de ferocidad y violencia. Dios no los descasta. 

38,41 Sobre el cuervo: Is 34,11; Prov 30,17.

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